Galiza. Territorio y paisaje
No estamos solos. No somos ajenos a los fenómenos que nos rodean, pero sí tenemos características históricas, territoriales y culturales propias que introducen fondos matices de reflexión a la hora de ejercer la práctica profesional de las disciplinas de la arquitectura y del urbanismos en Galiza.
La sinuosa y atractiva topografía gallega, las características excepcionales naturales de nuestras rías, la tremenda presencia de acuíferos que posibilitaron desde siempre la dispersión poblacional actual y la presencia abundante de entidades de población son algunos de los factores territoriales que más condicionan el patrimonio urbanístico y arquitectónico heredado en nuestro territorio.
Recogemos una concepción orgánica del territorio, muy humanizada, de escala sensible y de fuerte raigame y calado inconsciente en el sentir gallego.
Arquitectura y urbanismo en Galiza. El estado de la cuestión
Hoy la situación es diferente. La arquitectura y el urbanismo navegan por rumbos inciertos que parecen no conducir a un destino claro.
La presencia desequilibrante del factor economista y legalista en ambas disciplinas provoca la aparición de objetos y artefactos que se alejan de esa coherencia territorial-volumétrico-tectónica del paisaje. Se ha roto la partitura. Cantidad de sonidos desafinan una melodía galaica que endulzaba los oídos de propios y visitantes hasta no hay muchas décadas.
El proceso de degradación es fuerte, preocupante y creciente en progresión sobre el litoral bate marcas históricas, la periferia de las ciudades gallegas no es capaz de asumir el proceso devorador del m2 construido, las villas y villares ansían modelos importados destructores del carácter local; estamos inmersos en un sprint desenfrenado cara una meta desconocida, en una carrera llena de normas que nadie es quien de controlar.
En el medio de esta situación urbanismo y arquitectura como tales se desvanecen, pierden protagonismo y dejan de interesar. Un porcentaje elevado de las edificaciones que hoy se levantan en Galiza no pueden ser reconocidas como arquitectura; lo mismo ocurre con el planeamiento.
El cumplimiento de una serie de parámetros normativos encaminados a alcanzar una licencia municipal de obras o una aprobación definitiva de un documento urbanístico, desgraciadamente no garantizan, muchas veces todo lo contrario, el nacimiento de un producto construido coherente, sensible, respetuoso y encarnado en el medio en el que se asienta.
Resulta decepcionante contemplar en el día a día como todos eses proyectos que salvan esas trabas burocráticas de visados colegiales, controles municipales y autonómicos, así como de otras administraciones, acaban manchando y enturbiando los ya muchas veces debilitados contornos naturales y urbanos.
Hoy no se habla de arquitectura y de urbanismo, salvo en muy contadas y siempre loables excepciones; se habla de negocio inmobiliario –siempre lícito, pero no siempre justificable-, de plazos de ejecución, de aprobaciones provisionales, de distribuciones equitativas de cargas y beneficios –sobre todo de beneficios.
La contribución cultural de la arquitectura y del urbanismo en términos generales está en crisis, su función social, utópica y revolucionaria sigue siendo minoritaria y su dignidad profesional se desvanece cada día. Especialmente problemática parece la situación del urbanismo, dada su trascendencia social, económica, funcional y claramente condicionante del modo de vivir y de la consecución de la calidad de vida.
Es triste observar como la tramitación del planeamiento urbanístico en los ayuntamientos gallegos se convierte en arma de destrucción masiva, en elemento de discordia, en motivo de disputa vecinal y política. Un plan general, o cualquiera otro tipo de instrumento de ordenación territorial, debería ser visto como una oportunidad magnífica para el crecimiento intelectual de la comunidad y para la mejora de las condiciones de vida, tanto desde el punto de vista material –dotaciones, zonas verdes, espacios de luz…- como espiritual –carácter de barrio, autoestima ciudadana, implicación activa en las instituciones, etc.-, un evento a celebrar de carácter colectivo tal vez semejante al que pueda significar en el contexto familiar el nacimiento de un hijo.
Caminos. Búsquedas. Reflexiones. Soluciones
Los caminos, as búsquedas y las reflexiones son amplios y variados; las posibles soluciones son complejas, inciertas y además abarcan muchos aspectos de la realidad difíciles de medir. Incluso parece presuntuoso aventurarse a plantear solución desde aquí. Parece más preciso hablar de repensar, de retomar entre todos aquellos aspectos, de incidir de modo más transcendente en el devenir actual de los acontecimientos.
Enumeramos a modo de esquema algunas de estas cuestiones a tener en cuenta, cuestiones que nos preocupan y que entendemos pueden ser complementarias de muchas otras no expuestas aquí. Nuestras preocupaciones se encaminarían, pues, cara los siguientes puntos.
1. Toma de conciencia global del problema a nivel del conjunto de la sociedad, poniendo de relevo la necesaria formación y la educación a todos los niveles. Especialmente importantes son la formación y la información arquitectónica y urbanística en los centros de enseñanza.
2. Desenvolvimiento de un marco normativo claro. Especialmente relevante parece el análisis de las Directrices de Ordenación Territorial de Galiza, con sentido de solidariedad y de estudio territorial a nivel de eurorregión, el estudio real de Galiza en su contorno y en su contexto socio-económico, así como el asentamiento “social” de la legislación estatal y autonómica.
3. Políticas reales de información, formación, control y disciplina urbanística.
4. Políticas de apoyo a la Administración local, responsable del urbanismo en última instancia.
Asesoramiento, personal técnico, seguimiento del planeamiento más allá de su fase de redacción y aprobación.
Creación de oficinas de gestión urbanística en los ayuntamientos de cara a hacer posible la gestión urbanística como elemento público capaz de plasmar las directrices establecidas en el planeamiento en tiempo y forma.
Desvinculación de la arquitectura y del urbanismo del financiamiento de la Administración local.
5. Fomento de la iniciativa y del liderato público en actuaciones ejemplificantes: criterios de ordenación sostenibles y racionales, y obra pública referencial ejemplarizante en todos los sentido. Especial atención al tejido residencial, teniendo siempre en cuenta su carácter social.
6. Exigencia proyectual e formal a los instrumentos de planeamiento en función de la escala de trabajo; parece, después de los resultados alcanzados con los planeamientos de “mancha”, que no provocaron efectos positivos en nuestra realidad. Para alcanzar esta exigencia son necesarios más recursos, tanto humanos como económicos para el ejercicio de la actividad urbanística y más tiempos para la reflexión, la planificación y la proyección urbana.
7. Políticas de discusión, difusión y participación ciudadana en los proyectos urbanísticos y arquitectónicos de especial relevancia. Trasladar al conjunto de la sociedad los debates territoriales.
Impulso de la “calidad” urbanística y arquitectónica, de la investigación y de las nuevas ofertas tipológicas y constructivas.
8. Control de “carácter cultural” de las licencias, más allá del mero control administrativo y del visado de los colegios profesionales, controles que se tienen manifestado como claramente infructuosos de cara a la mejoría intelectual del producto final.
Se podría estudiar la creación de “comisiones técnicas”, o alguna otra figura similar, con capacidad real de interpretación, revisión y excepción del cumplimiento de ciertas normas –muchas veces incomprensiblemente excluyentes y otras escandalosamente condescendientes- que sean capaz de avalar con objetividad la idoneidad o inconveniencia de determinadas actuaciones urbanas, tendiendo a la dignificación de todos los agentes que redunde en una ilusión renovada en el ejercicio profesional.
9. Especial cuidado y sensibilidad con el patrimonio, tanto natural como construido, con los valores tangibles y con los intangibles, especialmente con aquellos aspectos claramente reveladores de las identidades del lugar como conjunto de cohesión físico-espiritual.
10. Máximo respeto al carácter, a la identidad y a la esencia gallega en términos de implantación territorial, de respeto a la topografía, a la hidrografía, al paisaje, a las volumetrías, a las tipologías y a todos aquellos elementos singulares.
El futuro: los deseos
Los futuros son siempre retos, oportunidades de cambio y motivo de ilusión. La arquitectura y el urbanismo deberían recuperar el liderato social en prol de su propia revolución, revisión y reinterpretación continua de la realidad de la comunidad en la que actúan.
Los valores éticos, de compromiso con el público y de honestidad de todos los agentes implicados tienen que redundar en una visión positiva y alegre de la situación.
Eliminar las tensiones del territorio, las caras duras y los semblantes serios; el trabajo responsable con conciencia global nos debe procurar esa paz interior que permita esbozar la sonrisa: la sonrisa de la confianza en el futuro y en el buen hacer.
La reivindicación de la identidad, del concreto, de la contextualización en el lugar, en el trabajo generoso, en la función social, en la utopía, en la investigación, en el profundizar y y la reinterpretación del propio, son argumentos de peso apasionados que nos tienen que motivar a todos para confiar en que mudar es posible.
La arquitectura es una disciplina cautivadora: los estudios de las implantaciones, del saber popular, del poso de los oficios, de la tradición constructiva, de la experimentación material, del valor de los significados, de las pegadas…, atrapan a todo aquel que se acerca a ellos con respeto y admiración, como fuente continua de aprendizaje y de reconocimiento de nosotros mismos y de nuestra cultura.
El futuro fabricará el pasado de las generaciones posteriores. Tenemos el desafío y la obligación de elevar el listón. A eso aspiramos.